APARIENCIAS, REALIDAD Y GIRO VISUAL EN LA PINTURA DE JOAN COSTA

APARIENCIAS, REALIDAD Y GIRO VISUAL EN LA PINTURA DE JOAN COSTA
Domingo Barreres *

La diestra pincelada y su sensibilidad a la luz y al color se manifiestan en las obras de Joan Costa desde la primera impresión. La claridad de las formas y la armonía de las composiciones parecen bañarlas de ternura, mientras el formato tradicional de la naturaleza muerta invita al espectador a la contemplación intimista.
Se trata, pues, de «bella pintura», que en esta ocasión se sirve de objetos cotidianos (flores, caracolas, libros…) para convencernos, o recordarnos, de la persistente estima de la que goza, hasta el presente, la noción clasicista de belleza.
Nada tendría esto de particular, ni de nuevo, ni de sorprendente; ni nada tendría esto que ver, por supuesto, con los asuntos, inquietudes, esperanzas o intereses que nos conciernen en la actualidad.
Pero Joan Costa hace uso de tales objetos, de un tratamiento composicional que no pretende romper con los cánones formales y familiares, y de una técnica bien aprehendida y bien practicada, para poner de relieve una tensión que existe a nivel de estructura psicológica. Esto, que se nos manifiesta paulatinamente, nos lleva del aparente confort de conciencia al confrontamiento y al desplante sin adentrarnos en lo más mínimo en el campo de los recursos surrealistas.
Flores, siempre flores cortadas; caracolas, exoesqueletos que algún día albergaron vida; libros, libros abiertos, mostrando, en blanco y negro, imágenes homoeróticas fotografiadas por Robert Mapplethorpe. El conjunto de estas contingencias no sólo nos ofrece poéticas metáforas (preciosos residuos de presencias que se pierden, o ya perdidas, a la muerte o a la distancia) sino que consigue intrigarnos con nuevas morfologías que atestiguan el despertar de la conciencia político-sexual que exige nuestra época. El cuerpo masculino aparece, desnudo y erotizado, en las tan controvertidas fotografías de Robert Mapplethorpe, para celebrar y universalizar lo, hasta ahora, tabú.

Históricamente, el cuerpo desnudo de la mujer, aún cuando erotizado, ha sido considerado normal y aceptable. Dado que todos los pintores eran hombres (con muy pocas excepciones) nada tiene esto que extrañar. También Joan Costa hace uso del desnudo de la mujer, pero con un giro muy importante. En los desnudos de mujer Joan Costa también emplea fotografías conocidas, las de Man Ray, pero en su tratamiento fragmentario, el giro en el juego visual plantea cambios de referencia: la objetivación de la mujer y su colaboracionismo inconsciente ayudan a fomentar el mantenimiento de estructuras esclavizadoras para ella misma.
La celebración de la sexualidad y el intento de universalizarla y normalizarla encuentra su complementariedad en la sutil inferencia de los riesgos asociados a ella, y en la evidencia de que en este peligroso juego existe un romance con la muerte, inescapable en las últimas décadas de este milenio.
Joan Costa consigue todos estos niveles de lectura gracias a su intuición, informada por la historia y la mitología, y a la vida vivida.

Boston, 1999
(*) Domingo Barreres es pintor y profesor de Arte en la School of Fine Arts del Museo de Boston.